
Desde su adolescencia, Lorena recibió una palabra profética sobre su futuro en la política, pero en ese momento no creía en Dios. Años después, en una iglesia, decidió retarlo: si Él existía, debía mostrárselo. Y Dios lo hizo, obrando en su vida y en la de su familia cumpliendo los anhelos de su corazón. Aunque se alejó por un tiempo, un retiro marcó el momento en que escuchó nuevamente su propósito: ser conquistadora de naciones. Hoy, como diputada federal, reconoce que no es por sus fuerzas, sino por la gracia de un Padre que la ama y dirige cada paso.