
Moisés vivió sintiendo que no le importaba a Dios. Su infancia con una enfermedad, el maltrato en casa y la decepción de un cristianismo sin frutos lo dejaron vacío. Pero cuando tocó fondo, Jesús apareció. Lo llamó, lo abrazó, lo sanó y le mostró que su vida tenía propósito, desde entonces todo cambió. Hoy puede ver que aún cuando lo rechazaba, Dios siempre estuvo a su lado.