
Después del divorcio de sus padres, Salvador quiso protegerse del dolor aparentando dureza. A los 12 años ya usaba drogas, idealizaba la delincuencia y fue padre a los 16, todo mientras cargaba con enojo, miedo y un vacío que lo consumía. Creía que Dios lo había olvidado, pero lo rescató dándole una identidad que no tenía que fingir y lo convirtió en luz para quienes aún viven en la oscuridad.