Crear un Dios a la medida, no solo es peligroso, es inútil; pues a través de ello nos comprometemos a acciones y formas que no glorifican a Dios
La inmensidad de Dios y su falta de afectación okey el tiempo y espacio son nuestra fuente de confianza permanente.
Priscila y Aquila nos muestran como vivir asumiendo nuestro deber de mantener el pecado a raya en la vida de nuestra pareja.
Todo nuestro bien está en el conocimiento de Cristo, y justo eso es lo que somos llamados a manifestar al perdonar.
Sansón es el recordatorio amargo y triste de que jugar con el pecado siempre tiene designado como perdedor a todo aquel que participa en ello.
Tener un Dios que no cambia, es un consuelo y un medio de afirmar la confianza en el Señor.
La tristeza es natural a nuestra condición, pero no es espiritual cuando nos domina y determina nuestra actitud ante Dios.
Sansón nos enseña que no es más importante el llamado de Dios que la forma de vida esperada por Él.
Un Dios que está en todo lugar, es nuestro mayor consuelo y motivo de temor reverente.
Jefté nos muestra que un buen inicio no necesariamente indica un final conveniente. Evita ser enlazado en las palabras de tu boca.
La medida de lo que está bien o mal, no es mi agrado o gusto. Justo eso debe ser ajustado a la visión de Dios.
En el aposento alto, antes de ser comisionados y alentados; los discípulos son llamados a ser purificados.
El total conocimiento de Dios, es consolador y absolutamente confrontante, nada puede esconderse ante Él.
El miedo puede ser nuestro mayor obstáculo al presentarnos excusas y justificaciones sobre nuestro deseo de no querer depender de Dios.
Abimelec es un recordatorio de que cuando repetimos una narrativa transformada por nuestro pecado, los resultados siempre serán destructivos.
No siempre las buenas recepciones son indicio de rendición, sino de la manifestación de lo que gobierna el corazón. En el caso de Israel, solo mostraban sus deseos.
Saber que Dios todo lo puede nos lleva a una profunda devoción en la que nos llenamos de temor y asombro.
Abraham y Sarai, con tal de no corregir sus vidas, terminan permitiendo situaciones plenamente pecaminosas.
El personaje del iracundo en Proverbios nos enseña lo que debería de ocuparnos en nuestro temperamento.
La victoria después de ganar la guerra es tan importante como lo hecho en el campo de batalla. Gedeón termina de mala forma por confiar en sí mismo.