Los grandes genios de la historia siempre han estado fuera de su tiempo. O mejor en contra de él. Kiko Amat (1971) y Benja Villegas (1982), también conocidos como Pop y Muerte, se conocieron en la radio hace cinco años, y no han dejado de parlotear desde aquel día. Podcasters-que-no-han-escuchado-podcasts, a estos dos hijos de la periferia barcelonesa les une el amor por la cultura popular, la nerdidad no-cursi y la erudición outsider. En Pop y Muerte aplican su innato amor por la oralidad (dicho de otro modo: decir paridas en público) y un notable discurso pop, derivado de sortear una educación formal y sustituirla por discos, cómics, films y libros flipantes.
Más a contrapelo que JK Huysmans en un día farruco, Pop y Muerte regresan con el tercer año triunfal de un podcast que no tiene aliados, parientes ni antecedentes. Una anomalía parlante. Si en la primera temporada hablaron de muerte en el pop, y en la segunda regresaron a su vieja afición homicida serial (de hablar sobre ello; no de practicarlo), la tercera nos traerá un smorgasbord de psicopatía sexual, muertes de mierda (3ª entrega), mákina, sectas, abducciones y tortura. Si estás hasta el gorro de chefs y cocinitas, consultorios sentimentales y actualidad cultural (auch), unéte a Pop y Muerte en su tercera gran cruzada contra la cultura seria. STAY WEIRD.
Los grandes genios de la historia siempre han estado fuera de su tiempo. O mejor en contra de él. Kiko Amat (1971) y Benja Villegas (1982), también conocidos como Pop y Muerte, se conocieron en la radio hace cinco años, y no han dejado de parlotear desde aquel día. Podcasters-que-no-han-escuchado-podcasts, a estos dos hijos de la periferia barcelonesa les une el amor por la cultura popular, la nerdidad no-cursi y la erudición outsider. En Pop y Muerte aplican su innato amor por la oralidad (dicho de otro modo: decir paridas en público) y un notable discurso pop, derivado de sortear una educación formal y sustituirla por discos, cómics, films y libros flipantes.
Más a contrapelo que JK Huysmans en un día farruco, Pop y Muerte regresan con el tercer año triunfal de un podcast que no tiene aliados, parientes ni antecedentes. Una anomalía parlante. Si en la primera temporada hablaron de muerte en el pop, y en la segunda regresaron a su vieja afición homicida serial (de hablar sobre ello; no de practicarlo), la tercera nos traerá un smorgasbord de psicopatía sexual, muertes de mierda (3ª entrega), mákina, sectas, abducciones y tortura. Si estás hasta el gorro de chefs y cocinitas, consultorios sentimentales y actualidad cultural (auch), unéte a Pop y Muerte en su tercera gran cruzada contra la cultura seria. STAY WEIRD.
Nuestro tercer episodio de la temporada es una celebración de cuatro troncas que tal vez no albergan intenciones homicidas, pero no dejan de lanzar killer riffs. Sí, en esta entrega del podcast se cantan las virtudes de cuatro mujeres que rockean fuertísimo en los corazones de Pop y Muerte. Benja Villegas glosa, con fraseo juicioso, las carreras de Kim Gordon (Sonic Youth) y Kathleen Hanna (Bikini Kill, Julie Ruin, Le Tigre). Kiko Amat, por la parte que le toca, pergeña una carta de fan a dos de sus chicas favoritas del rock’n’roll: Suzi Quatro y Joan Jett (The Runaways, Joan Jett & The Blackhearts), y aprovecha para argumentar algo así como que “I love rock’n’roll” es el máximo logro de los homo sapiens desde su aparición hace 200.000 años. El capítulo finaliza con una bien fundada argumentación de por qué Courtney Love es una chunga (como precisamente afirman Gordon y Hanna, entre otras).
Disponible el episodio especial “Pop y La Paloma”, con vuestros podcasters preferidos y uno de sus grupos predilectos, La Paloma.
Se habla de clase social, música pop, producción, letras, vida, “indie”, trapos, discos y de su último álbum 'Un golpe de suerte' (La Castanya/Universal Music 2025).Sin embargo la conversación también da para charlar sobre asnos, carpintería, barbas cerradas y las diversas formas de afrontar el vómito.
Excelso.
Resulta difícil de creer que dos nerds comiqueros como Benja Villegas (a quien su padre bautizó en honor a Ben Grimm, “La Cosa”, de Los 4 Fantásticos) y Kiko Amat (quien pasó gran parte de su infancia soñando con que trepaba al alfeizar de Montse Rabella, la niña que le gustaba) hayan tardado tanto en realizar un capítulo sobre superhéroes. En esta primera entrega, Kiko narra la historia de Spiderman, entrelazada con su propia historia de amor hacia el Trepamuros, y desmiente con hechos zoológicos la estrofa “Spider-man, Spider-Man / Does whatever a Spider can”. Benja expone la relevancia de Marvel en los 70 para entender el mundo superheroico actual, y continúa con un trío de supertroncas (Ororo, Dazzler y Elektra) que molan más que los supertroncos. El clímax del episodio es un listado de villanos (Marvel y DC) con los poderes más de mierda imaginables, de Matador a Kite Man, pasando por Typeface y Mandril.
Primer episodio en abierto de la quinta temporada.
Inauguramos nueva serie de duración indefinida con episodio sobre el rito de la ablución purificante, aka Bautismo. Kiko Amat expone nociones necesarias para comprender esa extraña religión muerte-oriented; glosa los inicios de “El Camino” y las locas enseñanzas de Pablo de Tarso; incluye la certera ponderación de Kandiaronk (un filósofo de los Wendat nativo-americanos) sobre la superentidad hebrea llamada Dios; y sublima el asunto con “la voz que clama en el desierto”: San Juan Bautista. Benja Villegas refuerza el capítulo con varios bautizos de músicos (Justin Bieber; Brian Welch, guitarra de Korn; Demi Lovato), criminales (Jeffrey Dahmer y David Wood, un asesino de El Paso) y de sí mismo. No se aflija la Pop y Muerte Army; regresamos después del verano con otra temporada brutal.
Un mártir es una persona que muere en defensa de sus ideales. Los músicos incluidos en este episodio son mártires, en consecuencia, pues murieron por el punk. Y por el jaco. Completando un análisis que empezó en la temporada #1 (ver “Pop y homicidios”, “Pop y suicidios”, etc.), Pop y Muerte tratan los fallecimientos de varias figuras emblemáticas del género. Kiko Amat se ocupa de The New York Dolls, “paciente cero” del yonkismo punk; de la extraña saga de Dave Rubinstein (Reagan Youth), con un flipante crossover a los asesinos en serie; y de las epidemias del jamaro inglesas, que se llevaron por delante a Malcolm Owen (The Ruts) o a dos The Pretenders, entre otros. Benja Villegas glosa el triste final de Steven Harwell (Smash Mouth), y de paso celebra Shreck; repasa unas cuantas “leches en coche” (D.Boon, The Exploding Hearts); y cierra homenajeando a varias “troncas flipantes”: Kim Shattuck, Kristen Pfaff, Mia Zapata y Stephanie Sargent.
Este nuevo episodio de Pop y Muerte muestra de manera distintiva tres de los pilares que sujetan el podcast: 1) glosa épico-emocional de cosas que molan, 2) pedagogía cultural prolija y 3) hilaridad exaltada. Lo último siempre desde el respeto (es broma). El tema aquí es la locura, parte dos. Kiko Amat realiza un canto de fan a la figura de Lawrence (Felt, Denim, Go-Kart Mozart, Mozart Estate), genio obsesivo del pop inglés, maníaco del control y neurótico hipersensible; y persona bastante chiflada, en general. Benja Villegas se ocupa de Pete “Pistol” Maravich, la traumadísima “gran esperanza blanca” de Lousiana State, quien acabó hablando con extraterrestres y, peor aún, alimentándose de verdura y haciendo yoga. Kiko Amat clausura el capítulo con un regocijado análisis de Margery Kempe, la mística delirante inglesa del siglo XIV que celebraba la “hombría de Cristo” y deseaba que Dios le besara los pies “amorosamente”.
“La buena comedia es veraz, y la verdad es cruel”, afirma el stand-up protagonista de Sin supervivientes, la gran novela de Sam Tallent. Para Benja Villegas y Kiko Amat, los cómicos outlaw, indómitos y kamikaze, representan una de las disciplinas más puras que existen. Una “forma de arte ignorada”, que Pop y Muerte celebran en este nuevo episodio, plagado de humoristas no domesticados y, básicamente, gente que era más graciosa que el resto de la gente. Villegas repasa a sus super-favoritos de Saturday Night Live: Chris Farley, John Candy y John Belushi; Gilda Radner, Madeleine Kahn y Andy Kauffman. Amat relata las vidas de dos stand-up que marcaron su vida, Bill Hicks y Richard Pryor, y, en un nuevo alarde de inestabilidad mental, repite de memoria varios gags ilustres. Madres, no dejéis que vuestros hijos se hagan cómicos
Nos complace ofrecerles el segundo capítulo de Pop y Muerte dedicado al Oklahoma City Bombing, grabada ante público en La Sala by Lascrit. En esta esperada secuela, Kiko Amat empieza narrando con imprevisto detalle el suicidio de Vince Foster, y la conspiranoia que lo acompañó, y enlaza los hechos con los peripatéticos (también patéticos) últimos meses, y días, y horas, de Tim McVeigh. El relato es a ratos chocante, a ratos tétrico, a menudo hilarante. Benja Villegas, poniendo en riesgo su cordura, se enfrenta a los telefilmes y series inmundas dedicadas a la tragedia, así como a la completa ausencia de música decente asociada al caso. El capítulo termina con el asunto aquel de las “ciento sesenta y ocho víctimas y cuarto” que prometimos en la entrega previa.
Pop y Muerte no es un podcast “de actualidad”, y suele mirar a los temas en boga con una mezcla de prevención y desgana. Dicho esto, la remembranza de ciertas efemérides se antoja obligatoria: el pasado 19 de abril fue el aniversario del atentado al Oklahoma City building, perpetrado por Tim McVeigh en 1995, donde murieron 168 personas y cuarto (no pregunten). Kiko y Benja, quienes en episodios previos habían tratado dos eventos del interrelacionado cuarteto de matanzas (Waco y Columbine), estudian en esta entrega varios aspectos del Oklahoma City Bombing: los sucesos del día de autos; la detención del responsable; el deplorable bagaje de Tim “Fideo” McVeigh (que explican con profusión de detalles no wikipedizables); el juicio y condena de los tres involucrados (Terry Nichols y Michael Fortier, uno Retrasado y otro Asqueroso); y mucho más. Un capítulo para “aprender divirtiéndose”, que decían en Barrio Sésamo.
El lanzamiento de cada nuevo Muertes de mierda es una fecha señalada en el calendario Pop y Muerte. En este cuarto volumen de la serie, grabado con público en La Sala by LastCrit, Amat y Villegas repasan un extenso elenco de fallecimientos engorrosos padecidos por el vulgo; pringados como usted o nosotros. El oyente paseará, traumatizado y aliviado a la vez, por muertes en el curro, muertes irónicas, muertes aviarias, muertes religiosas, muertes de mierda Casa-Jardín, muertes “por likes”, muertes de mierda porque eres subnormal, muertes imposibles, incluso Peor Muerte de Mierda Imaginable (no quieran saberla). El episodio incluye la historia del Caniche Cachi, viejo clásico PyM. ¡Podría suceder cerca de sus casas! (aunque, con franqueza, es estadísticamente improbable).
Una clase maestra sobre los virtuosi emasculados del barroco, que Pop y Muerte les ofrecen para que no tengan que visionar esa siniestra bazofia 90’s, Farinelli. El episodio incluye la historia de la orquiectomía a través de las civilizaciones; la clase social, adiestramiento, nacionalidad y carrera de los castrati, así como su ocaso; el sonido y estética (demencial) del fenómeno; vidas de célebres capados operísticos; principales capitales castradoras de Europa (atrévete a esto, Trip Advisor); incluso los detalles de la intervención (auch) y el postoperatorio (OH MY GOD). De fondo, y con una relación ténue con los hechos tratados, suenan The Housemartins, Kanye West & Ty Dollar Sign, The Jasmine Minks, Deftones y Eels.
Por primera vez en la historia del podcast, Benja Villegas y Kiko Amat no utilizan el eufemismo “documentarse” para describir la visita a una web porno. Ambos se documentaron, y mucho, para diseñar el capítulo sobre hardcore (no musical). Este entretenido, y escasamente pedagógico, nuevo episodio repasa la crónica negra del cine para adultos (homicidios, suicidios, adictos al sexo, amenaza terrorista, incluso “muerte por empacho”); analiza en profundidad las estadísticas anuales de Pornhub; y culmina en una verdadera traca de títulos jocosos de películas y nombres de pornstars (incluyendo la creación, en estricta improvisación live, de los pseudónimos pornográficos de ambos miembros de Pop y Muerte). Las risotadas de fondo a lo largo del capítulo no son enlatadas sino humanísimas (pues la entrega fue, de nuevo, grabada en directo).
En Pop y Muerte el médico, como el cartero, siempre llama dos veces. En esta segunda entrega de matasanos malnacidos nos topamos con las miradas inquietantes de los Doctores Hawley Crippen y Neil Cream. La leyenda del primero fue tal que se hizo un hueco en el ‘Museo de los Horrores’ con un solo cadáver a sus espaldas. Eso sí, su muñeco de cera podría ser el de Édith Piaf con bigote. La cuota femenina se cumple con las enfermeras Kim Sáenz y Lucy Letby y con dos facultativas, la pragmática doctora Soares de Souza y la excéntrica doctora Mingo. Y decimos excéntrica por no decir pija enajenada. Abrimos consulta.
Girls just wanna shoot down. Según un estudio del año 2008, una de cada seis serial killers norteamericano es mujer. Las Troncas que Matan en Serie (TMS) son un mundo aparte, en modus operandi, motivos y víctimas. En este podcast live para el festival barcelonés BCNegra, y en una sala repleta hasta la proverbial bandera, Pop y Muerte ahondaron en las diversas tipologías de señoras ejecutoras. El elenco abarcó la Condesa Criminal (Erzsébet Báthory), la Mamá Matricida (Mary Ann Cotton o Belle Gunness), la Asesina de Ancianitos (Amy Archer-Gilligan) y la Hooker From Hell (Eileen Wournos). Kiko Amat interpretó una versión Google Translator del "Countess Bathory" de Venom, y Benja Villegas puso el colofón con un jocundo repóker de asesinas menores.
Este nuevo episodio es una clase magistral sobre las Boy Bands que aprovecha para ciscarse en el concepto de la “autenticidad” y soltar una arenga pop-política de las que hacen historia. Benja Villegas repasa primero los orígenes, la definición y las tres grandes eras de las Boy Bands; luego glosa a Backstreet Boys, Take That, One Direction y las hordas K-Pop. Kiko Amat redignifica épicamente a The Monkees, y culmina su alocución con un alegato en defensa del sonido chicle: “El bubblegum es la verdad desnuda”. La banda sonora pendulea entre el pasado y el pasado-más-cercano: del “I want it that way” al “Last train to Clarksville”, pasando por el “How deep is your love”, “Valleri” o el filosófico “Chewy chewy”.
“Hitler has only got one ball / Goebbels has two but very small”, aducía el popular cántico militar. Kiko Amat no posee datos sobre los testículos de Hermann Göring, “sucesor” del Führer, 16º Presidente del Reichstag, Comandante en jefe de la Luftwaffe y otros títulos rimbombantes (la mayoría inventados sobre la marcha por Adolf Hitler), pero sí sobre el resto de cosas: su extravagante compulsión indumentaria; su absentismo laboral; su formidable adicción a la morfina; su afición a saquear obras de arte y agenciarse castillos ajenos; sus fatalísimos fiascos militares, empezando por Dunquerque; el estresante bullying al que le sometía el Führer; y mucho, mucho más. Benja Villegas, por su parte, redondea el episodio con la refrescante cápsula “Cosas de nazis” y un test que analiza el coeficiente nazístico de ciertas figuras públicas actuales.
Este séptimo episodio es una defensa política de Jackass. Si usted creía que se trataba de un hatajo de bigardos metiéndose leches, se equivocaba. Benja Villegas ofrece una clase magistral sobre el movimiento, que incluye los inicios skaters de Big Brother, con Jack Tremaine y Spike Jonze; el advenimiento de Jackass, impulsado por Knoxville y Steve O; los damnificados por el éxito: Dunn, Marghera, Steve O de nuevo; la conexión cultural con South Park y Blink 182. Kiko Amat traza una línea de antecedentes históricos que van del boxeador innoqueable Joe Grimm al slapstick antisentimental de Buster Keaton, y consigue que Villegas derrame una furtiva lágrima. El capítulo termina con diez escenas de juventud santboiana que presagian (¿tal vez inspiraron?) Jackas.
“They fuck you up / your Mum and Dad…”. Así da inicio el famoso poema de Philip Larkin, y también nuestro sexto capítulo de la temporada. Versa sobre familias de mierda (“disfuncional” se queda corto), abuso, violencia y muerte. ¡Diversión para todos! No, en serio, hay diversión para todos. Benja Villegas y Kiko Amat examinan los casos de los West, los Sexton, los Menéndez y los Friedman -cuatro hogares donde lo tienes jodido si eres hijo natural, adoptado, yerno, niñera, cuñado o vecina- y consiguen hacer de ello una velada sandunguera. The funny side of incest, y todo eso. El capítulo finaliza con una relectura novedosa del musical Heidi (1937) y un test para puntuar familias de mierda.
“Pues si se quiere definir la verdadera locura, ¿en qué consiste sino en estar simple y llanamente loco?”. Así hablaba Polonio en Hamlet, demostrando que era menos “charlatán” de lo que algunos afirmaban. Pues estar loco es estar loco es estar loco, como prueban los protagonistas de esta entrega. Paul Gascoigne, Amanda Bynes, el pintor feérico Richard Dadd, Brian Wilson de los Beach Boys, Rudolf Hess de los Nazi Lads, el bailarín Nijinsky y el productor pop Joe Meek. Todos ellos fritos y “volátiles”, por una u otra razón. Todos (menos el nazi) haciendo grandes cosas, a pesar o gracias a la chaladura (más de lo primero, con franqueza). Un capítulo de extensión fluvial, y nivel de jocosidad del 60%, que hará las delicias de la Pop y Muerte Army.