
Al final del ministerio público del Señor, los discípulos se encontraban profundamente turbados. Sabían que habían sido llamados por Él, pero su comprensión de quién era realmente Jesús seguía madurando. En este capítulo, el Maestro los exhorta a no turbarse, recordándoles que la paz no proviene de entender el futuro, sino de confiar en su Persona: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí». Este pasaje no es principalmente evangelístico (aunque puede serlo); ofrece consuelo a todo creyente inquieto y nos muestra que no hay vergüenza enreconocer nuestra necesidad de seguir creciendo en el conocimiento del Señor. Nos invita a hallar en esa relación viva la fuente de nuestro verdadero sosiego. Hoy contemplaremos la persona de Jesús —el camino, la verdad y la vida— y cómoesta realidad incomparable puede traer descanso profundo a nuestras almas.