
En Éxodo 19 dejamos a Israel sobrecogido ante la majestad de Dios, temblando al pie del monte y prometiendo obedecerlo en todo. Pero apenas cuarenta días después, mientras Moisés recibe la ley en la presencia del Señor, encontramos al pueblo desenfrenado, olvidando al Dios que los rescató y fabricando un ídolo para adorarlo con un culto inventado. El contraste es profundo: del temor reverente al desorden idolátrico. Sin embargo, antes de juzgarlos, debemos reconocer que la idolatría sigue acechando nuestros corazones. Lo difícil no es solo salir de Egipto, sino lograr que Egipto salga de nosotros. En este pasaje veremos la fabricación del ídolo, la condena divina y la reprensión del pecado, pero sobre todo, la gracia abundante que permanece firme a pesar de nuestra infidelidad.