
Pentecostés no vino sobre hijos super-espirituales.
Vino sobre los que hacía solo unos días atrás habían abandonado a Jesus.
Pedro lo negó. (Después de jurar lealtad)
Todos se dispersaron como cobardes…
Algunos volvieron a sus antiguas vidas.
Fallaron… Dudaron de su fe… Se escondieron.
Y sin embargo…
¡Sobre ellos se derramó el Espíritu Santo!
Esto te dice algo muy importante:
Tus fallas no te descalifican para recibir el Espíritu Santo.
Tu debilidad no impide que Dios quiera usarte.
Si estás aquí con hambre de Dios… ¡eres candidato para un Pentecostés!