
En la sociedad, la familia debe identificarse como un templo del Espíritu Santo; que se cuida y respeta con la misma ternura que a un bebé a punto de nacer. El principio del propósito de Dios se parece a su nacimiento, y es un motivo de alegría y gozo. Un gozo que se comparte con familiares y vecinos, así como la Navidad.