
El Espíritu de Cristo, Espíritu Santo, Espíritu de Dios es quien nos enseña a conocer quién es Jesús y entender porque debemos llamarlo Señor y Salvador. Sólo Él nos mueve a recibirle en el corazón. El resultado de recibirle produce en el creyente una alegría indescriptible, que se manifiesta en forma de esperanza de vida eterna.