
La propuesta es sencilla: como iglesia también hemos contribuido en mayor o menor medida con el daño al medio ambiente. ¿Por qué? En ocasiones, porque hemos guardado silencio. Otras veces, porque no nos interesa el tema. En otras ocasiones, porque no sabemos de que se trata. Pero lo que es aún más preocupante: porque hemos tenido una teología equivocada que apoya el daño al planeta. Por una concepción errada del Cielo hemos dañado nuestra Tierra.
Para esta conversación invité a mi querida amiga Gio Alaix, una apasionada por este tema y que tiene ideas sumamente concretas de cómo podemos cambiar el curso que llevamos