
En el mapa del Mediterráneo hay un espacio que apenas se nombra, un lugar donde el mar parece guardar secretos que se resisten a ser desvelados. Frente a las costas de Alicante y hasta las islas de Ibiza y Formentera, se extiende una franja de agua conocida como el triángulo del silencio.
Allí, marineros hablan de instrumentos que dejan de funcionar sin explicación, de brújulas que giran sin sentido, de aeronaves que registran anomalías imposibles. Algunos aseguran haber visto luces emergiendo de las profundidades, como si el mar ocultara una ciudad sumergida o una base desconocida. Otros relatan desapariciones repentinas, fallos eléctricos o la inquietante sensación de estar siendo observados por algo que no pertenece a este mundo.
No hay titulares estridentes, ni manuales que lo expliquen. Lo que existe son testimonios dispersos, informes olvidados y el rumor persistente de que bajo esas aguas se esconde un enigma. Un misterio que combina ciencia, mito y el eterno deseo humano de comprender lo incomprensible.