
Desde que somos bebés de algunamaneramuy inducida y hasta aplaudida por los que nos rodean, aprendemos a pedir; a que todo nos lo den, a establecer un sentimiento de propiedad sobre las cosas y las personas, al punto de creer que todo nos pertenece, que todo es “MÍO” y si se nos negaba algo que queríamos o deseábamos para nosotros, la solución era llorar, berrinchar, patalear, etc.