Déjame tu comentario El siglo IV abre sus ojos sobre un mundo agotado por la violencia. Durante tres siglos, la sangre de los cristianos había empapado la tierra del Imperio. Pero ahora, los vientos cambian. El trono de Roma ya no es el de Nerón ni el de Diocleciano. Un nuevo nombre resuena: Constantino, hijo de una mujer cristiana Santa Elena y de un general romano. Y en su historia, la Iglesia encontrará el paso del fuego al amanecer, de la catacumba a la catedral. Pero este cambio no será ...