
Podría decir con casi total certeza que existen que personas que piensan (y me incluyo porque a veces me sucede) que la felicidad es un destino; que es una suma de situaciones o etapas previas a una meta por alcanzar. Estar tan pendiente de esa meta –de ese destino– nos distrae del valorar lo que podemos estar viviendo, experimentando o teniendo en el momento presente.
La vida es una suma de situaciones, algunas nos van a afectar de manera no positiva y nos pueden hacer sentir tristeza, melancolía, frustración y más, pero a la vez, existirá su contraparte: situaciones que nos harán sentir gozo, alegría, tranquilidad, plenitud y más, y este episodio trata de eso. De la suma de momentos que quizá nos perdemos o no disfrutamos porque no lo consideramos como peldaños hacia esa meta llamada felicidad, cuando con cada peldaño son momentos de esta.
Muchas veces me sentí así, porque realmente, nadie me dijo que la felicidad no es un destino.