
David fue un hombre conforme al corazón de Dios, no porque fuera perfecto, sino porque supo confiar, adorar y levantarse cada vez que falló. Su vida nos habla de una fe que reconoce la gracia divina, que depende del Señor en cada paso y que se expresa con sinceridad, humildad y pasión.
En este episodio, reflexionamos sobre una fe que no presume de fuerza, sino que se refugia en el poder de Dios. La fe que, como David, nos lleva a vencer gigantes y a rendir nuestro corazón por completo al Señor.