
El gran científico sueco Alfred Nobel dedicó su vida a estudiar los explosivos, llegó a registrar 355 patentes. Creó su empresa Bofors para la fabricación de cañones y otros armamentos. Su invención más relevante fue la dinamita.
En uno de los experimentos de laboratorio se produjo una explosión no controlada que mató a su hermano Emil y un periodista encargado de redactar los obituarios se confundió y creyó que el muerto era Alfred. En consecuencia, se puso a escribir el obituario de Alfred Nobel tachándolo de criminal despreciable, que con sus inventos asesinaba cruelmente a millones de personas.
Alfred leyó su obituario y se quedó estupefacto. Reflexionó que esa no era la huella que deseaba dejar en el mundo, así fue como se dispuso a enderezar esa impresión lamentable al crear la Fundación encargada de otorgar los premios Nobel para reconocer cada año los avances en química, física, medicina, literatura y a quienes hacen meritorios esfuerzos por establecer la paz. Después se agregó el de ciencias económicas.
¿Qué pasaría si hoy alguien escribiera tu obituario? ¿Diría cosas preciosas y relevantes sobre ti o más bien sería una retahíla de sucesos intrascendentes y vergonzosos? Te propongo que corras el riesgo: proyéctate al futuro e imagina cómo sería tu obituario al morir. Se vale soñar. Puedes redactar hechos asombrosos y magnánimos como parte de tu legado a la humanidad.