
A los cuatro meses yo estaba como agarrándole el flow a la cosa. Los trasnochos ya no estaban siendo tan críticos y bueno, de alguna manera, “me estaba acostumbrando” a esta vida. ¡Me estaba enamorando cañón de mi bebé! Hasta que llegaba la noche… a veces estaba tan cansada y tan desesperada que de verdad sentía que no tenía nada que perder.
Entonces entendí que había integrado el proverbio a mi vida ¡todo pasa!- todo lo que temes, pero también todo lo que anhelas y añoras. Todo lo que te hace ilusión y te llena también pasa. Entendí que si vivimos en el futuro o escuchando el ruido externo, nos confundimos y dejamos de disfrutar el presente ¡que es hermoso! ¡El aquí y el ahora! Y con este descubrimiento comencé a filtrar un poco más la información que consumía porque la sobreinformación, hasta ahora, había probado ser bastante abrumadora.