
En dos horas de un conversatorio sin fisuras, con los silencios justos, la risa oportuna, la emoción a flor de piel y los sentimientos no reprimidos, el médico que fue distinguido en el Concejo Deliberante, dejó paso al humanista que decidió tomarse tiempo para sentarse a pensar bajo la pérgola que armó en el frente de su casa.
Y es que la vida, al final, se trata de eso, ser el constructor del día que vivimos sin que pase de largo.
Alguien dijo por ahí (y creo que fue John Lennon) que la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas. Por eso valen estas dos horas. Porque hay abrazos en la calle, discusiones en pasillos, atajadas de pelotas imparables, fuego en medio del rally, pasadas por la calle Belgrano solo para ver una luz encendida, un mate, el horno de barro, un par de manos curtidas, Eclipse, los hijos, los amigos, la vida.
Hay personas que se trascienden a sí mismas, como el Gordo Crusat, con club de fans incluido.