
Las fogatas más grandes se distribuían en torno al rewe, cuyo fuego se esparcía por toda la lef, que se veía desértica; solo se escuchaban unas tenues rogativas en la dirección en que caminaba. El círculo de fuego ya entregaba las respuestas. No quería seguir caminando. Las rukas eran cenizas y quienes ahí habían vivido ahora eran cuerpos carbonizados.