
Aída Treviño nos muestra lo que hay detrás de cada función: cansancio, rigor, compañerismo y mucho corazón. Hablamos de lo que no se ve desde la butaca: el compromiso que exige actuar bien incluso cuando nadie lo aplaude, la ética escénica como acto de resistencia, y la sonrisa como armadura y declaración.
Porque el escenario también cansa… pero sigue siendo sagrado.