
Nací torcido. Eso fue lo primero que escuché de mi madre cuando tuve conciencia de mí mismo: “este niño nació torcido”. Mis huesos no se acomodaron como debían, y desde pequeño mi cuerpo fue un mapa de deformaciones. Una pierna más corta, la espalda arqueada, el rostro desfigurado como si alguien hubiera jugado a armarme a ciegas...