
Hay años que se sienten distintos, que pesan más de lo normal, que no pasan desapercibidos. El 2025 es uno de esos años. Lo hablo con amigos, con mi familia, con colegas de diferentes sectores y todos coinciden en algo: estamos atravesando un momento extraño, incómodo, de cierres inevitables. Relaciones que se terminan, trabajos que se transforman, proyectos que ya no hacen sentido.
No es solo casualidad. El 2025, si lo miramos desde la numerología, es un año 9 (2+0+2+5 = 9). Y el nueve es el número de los finales, de las limpiezas, de los ciclos que llegan a su conclusión para abrir espacio a lo nuevo. No es el año de sembrar, sino el año de soltar. Y soltar nunca es fácil: significa despedirse de cosas que alguna vez amamos, que alguna vez nos definieron, pero que ya cumplieron su propósito.
Pero lo que hace que este año se sienta aún más intenso es que no somos pocos los que lo estamos viviendo. Es una sensación colectiva. Cuando tantas personas al mismo tiempo atraviesan duelos, rupturas, reestructuraciones, el aire se carga, la energía se vuelve más pesada. Y esa inestabilidad se refleja en todo: en la economía, en la política, en el clima, en la cultura, en las industrias creativas que se sienten forzadas a reinventarse porque lo que funcionaba ya no conecta de la misma manera
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Estamos, de alguna manera, en medio de un reseteo colectivo. Y como todo reseteo, antes de ver lo nuevo, toca ver cómo lo viejo se rompe. El 2025 nos enfrenta a esa incomodidad: a despedirnos de lo que no cabe en nuestra vida, a cerrar capítulos que pensábamos eternos, a aceptar que incluso lo que nos hizo felices ya no tiene lugar en el futuro que viene.
Este episodio no trae respuestas absolutas, porque nadie las tiene. Es más bien una reflexión abierta sobre lo que significa vivir en un año de cierres, sobre lo que implica soltar y sobre cómo esta transición puede doler, pero también liberarnos.
Si tú también sientes que el 2025 te está moviendo el piso, no estás solo. Quizás este año no vino a darnos certezas, sino a prepararnos para algo mucho más grande que todavía no vemos.