
Esta semana aprendí —de la forma más literal y simbólica— que el dolor también habla. Un accidente físico removió no solo síntomas, sino emociones que tenía guardadas. Y en lugar de reprimirlo, decidí permitirme sentirlo.
Vivimos en una cultura que nos empuja a “estar bien” todo el tiempo. A levantarnos rápido. A no incomodar con nuestras lágrimas. Pero sanar no siempre significa sonreír… a veces significa pausar, llorar, respirar y simplemente dejar que duela.
En este episodio hablo desde la honestidad: del cuerpo que grita, de las emociones que piden ser escuchadas y de la fuerza que nace cuando dejamos de resistir y nos permitimos sentir. 🌿✨