
El rey Balac, temiendo al pueblo de Israel, contrató a Balaam para maldecirlos. Balaam, aunque un profeta pagano, reconoce que no puede hablar más allá de lo que Dios le permite. Este encuentro es parte del segundo oráculo de Balaam, donde se muestra que Dios se revela incluso en medio de agendas humanas corruptas. Balaam intenta usar métodos religiosos para manipular a Dios, pero Jehová toma el control absoluto de la situación