
Ho y estaremos leyendo Jeremías 35-36, Hebreos 3:7-19 y Proverbios 10:1-10. En Jeremías 35, Dios usa a la familia de los recabitas como ejemplo de obediencia. Ellos siguieron fielmente las instrucciones de su antepasado Jonadab, quien les mandó no beber vino ni establecerse en ciudades. Cuando Jeremías los prueba ofreciéndoles vino, ellos se niegan con respeto y firmeza. Entonces el Señor declara: “Ellos obedecieron a su antepasado humano, pero mi pueblo no me obedece a mí.” A través de esta comparación, Dios resalta el valor de la lealtad y la obediencia constante. En Jeremías 36, Jeremías dicta las palabras del Señor a Baruc, quien las escribe en un rollo y las lee ante el pueblo. Pero cuando el rey Joacim escucha la lectura, corta el rollo con un cuchillo y lo quema. Aun así, la Palabra de Dios no puede ser destruida: el Señor ordena que se vuelva a escribir, reafirmando que Su propósito prevalece sobre toda oposición. Reflexiona: ¿Eres constante en tu obediencia, incluso cuando nadie te ve? ¿Estás valorando la Palabra de Dios como verdad inquebrantable, o la dejas a un lado cuando te incomoda?
En Hebreos 3:7-19, el autor recuerda al pueblo la advertencia del Salmo 95: “Si oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón.” Israel, a pesar de haber visto las maravillas de Dios, se rebeló y no entró en Su descanso por incredulidad. El texto nos invita a cuidarnos de no caer en el mismo error: “Tengan cuidado, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo que los aleje del Dios viviente” (v. 12). La fe no es solo creer en Dios, sino perseverar en esa confianza hasta el final. Reflexiona: ¿Estás escuchando la voz de Dios con un corazón sensible, o la incredulidad te ha endurecido? ¿Qué áreas de tu vida necesitan volver a confiar plenamente en Él?
En Proverbios 10:1-10, comienza una serie de contrastes entre el justo y el necio. “El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio causa dolor a su madre” (v. 1). La sabiduría se refleja en la manera en que vivimos, trabajamos y hablamos. Los justos cosechan vida, mientras que los que engañan o hablan sin verdad se encaminan a la ruina. “El que camina con integridad camina seguro, pero el que sigue caminos torcidos será descubierto” (v. 9). La sabiduría práctica de este pasaje nos recuerda que nuestras acciones diarias revelan quién gobierna realmente nuestro corazón.