
Hoy estaremos leyendo Jeremías 15-16, 2 Timoteo 4:9-22 y Proverbios 6:28-35. En Jeremías 15, el profeta expresa su angustia por la dureza del pueblo y por su propio sufrimiento. Se siente solo, rechazado y cansado, pero Dios le responde: “Si vuelves a mí, te restauraré para que sigas sirviéndome” (v. 19). Dios no quita las pruebas, pero promete fortalecer a Jeremías y hacerlo “como una muralla de bronce” frente a los ataques. En Jeremías 16, el Señor le ordena al profeta no casarse ni tener hijos como señal del juicio que vendrá sobre Judá. Aun así, Dios promete restauración futura: “Llegará el día en que ya no se diga: ‘El Señor que sacó a Israel de Egipto’, sino ‘El Señor que lo trajo de todos los países donde lo había dispersado’” (v. 14-15). Reflexiona: ¿Cómo respondes cuando te sientes solo en tu obediencia a Dios? ¿Puedes confiar en que, incluso en la prueba, Él te está preparando para algo más grande?
En 2 Timoteo 4:9-22, Pablo escribe sus últimas palabras desde la prisión. Se siente abandonado por algunos, pero profundamente consolado por la presencia de Dios. “El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas.” Aunque enfrentó oposición, no permitió que la amargura dominara su corazón. Pablo termina su vida terrenal con esperanza y gratitud, confiando en que el Señor lo librará “de todo mal y lo llevará a su reino celestial” (v. 18). Reflexiona: ¿Has sentido el peso de la soledad o la traición? ¿Podrías decir, como Pablo, que aun en medio del abandono, el Señor ha estado a tu lado dándote fuerza?
En Proverbios 6:28-35, el sabio advierte nuevamente contra la infidelidad y el adulterio. Dice que el que cae en adulterio “carece de juicio” y se destruye a sí mismo (v. 32). A diferencia de otros pecados, este deja una herida profunda que afecta la honra y la reputación. La enseñanza es clara: ninguna pasión momentánea vale más que la paz, la confianza y la integridad que vienen de la fidelidad.