
Cuando estaba en primer año, veía a mi profesor dibujar esas líneas imposibles y pensaba que la arquitectura era eso: genio puro, un trazo perfecto que resolvía el mundo.
Hoy, con más kilómetros de planos y obra a cuestas, sé que no. La arquitectura no es un acto heroico, es un proceso colectivo, caótico y profundamente humano.
En este episodio hablamos de cómo el arquitecto rockstar se está apagando frente a los procesos colaborativos, las herramientas digitales y las nuevas generaciones que ya no creen en el culto al ego. Porque, al final, el futuro no necesita más nombres en letras doradas, sino espacios que funcionen, que emocionen y que duren mucho más que la portada de una revista.