
La cruz es el mayor ejemplo de misericordia de la historia. Dios nos ha mostrado misericordia gratuitamente aunque no la merezcamos. Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores antes de que hicieran algo para merecerla. La misericordia de Dios fluye de su carácter. Es parte de lo que Él es, y de lo profundamente que ama a su pueblo.
Somos bendecidos cuando mostramos misericordia, porque es una prueba de que pertenecemos a Dios. La misericordia es prueba de que hemos sido cambiados por la misericordia de Dios. Demuestra que nos damos cuenta de que nuestro propio perdón no descansa en nuestra capacidad de ser misericordiosos. Por el contrario, nuestra capacidad de misericordia es señal de que comprendemos el perdón de Dios, y de que queremos mostrar su amor profundo e incondicional.