
Solo por la gracia y la misericordia de Dios tenemos nueva vida. Él mismo cargó el castigo que merecíamos para reconciliarnos con Él. Ahora, en nuestro Señor Jesucristo, hemos sido perdonados; Dios nos ve limpios y sin mancha. Solo por Él podemos vivir en abundancia para su gloria. Por eso, estamos llamados a escuchar su voz, obedecerle, guardar sus mandamientos y no desviarnos de su voluntad.