
Como hijos de Dios, debemos aprender a depender completamente de Él. Separados de su presencia nada podemos hacer, y lejos de nuestro Señor nada tiene verdadero valor. Todo lo que somos y tenemos es únicamente por su gracia.
Su Palabra nos exhorta a poner nuestra mirada en Dios, a buscar primeramente su Reino y a descansar en la promesa de que todo lo demás nos será añadido. Aprovechemos el privilegio de su presencia y vivamos cada día anhelándola, pues solo por su amor y misericordia tenemos libre acceso a su trono.
Preguntémonos entonces: ¿qué hay en este mundo que realmente valga la pena fuera de Él? Todo lo tenemos por medio de Cristo, así que vivamos para Él.