
La adoración a Dios es la respuesta reverente y amorosa del ser humano ante la grandeza, santidad y misericordia del Señor. No se trata solo de cantar o asistir a un culto, sino de rendir el corazón, la voluntad y la vida entera en reconocimiento de quién es Dios y lo que ha hecho. Adorar es exaltar su gloria, agradecer su gracia, someterse a su soberanía y deleitarse en su presencia. Es una expresión de fe que transforma al adorador en un siervo que vive para honrar y glorificar a nuestro Creador y Salvador.