
La santidad es el llamado de Dios a vivir apartados para Él, reflejando su pureza, carácter y propósito en medio de un mundo caído. Este principio se ve reflejado en el deseo de no contaminarse con las cosas que este mundo nos puede ofrecer. No es solo evitar lo impuro, sino un deseo de honra a Dios en cada decisión de nuestra vida. La santidad no es una carga, sino nace del corazón en respuesta reverente al Dios que nos salvó y nos transformó. La santidad no es pasiva ni superficial, sino activa, valiente y contracultural. Es vivir con la mirada puesta en Dios, aun cuando todo alrededor nos presiona para conformarnos a este mundo.