
¿Puede un cristiano sentirse deprimido? ¿Es pecado la depresión? ¿Por qué esta moderna plaga emocional afecta a tantas personas, incluidos creyentes consagrados y maduros en la fe? ¿No es Cristo el mejor médico y la oración la mejor terapia?
Estas preguntas, muy frecuentes, reflejan la inquietud de bastantes creyentes.
Para muchos, es difícil entender cómo una persona con fe en Cristo puede atravesar tiempos de depresión, agotamiento o sequía espiritual. Se les hace difícil conciliar la exhortación de Pablo «estad siempre gozosos» con la realidad de hombres y mujeres de fe sufriendo una depresión.
Y todavía se extrañan más, cuando el problema afecta a los líderes espirituales, los pastores de la iglesia.