
Cuando la semana pasada, Irán subió al podio de la sala de la Asamblea General de Naciones Unidas, quedó demostrado una vez más hasta dónde es capaz de extender su actitud pusilánime, bastante lejana a la honestidad, la decencia y el decoro mínimo del comportamiento humano, un organismo internacional que abarca a casi los 200 países de la tierra.