
Hablar del bienestar integral de las personas es tan complejo como su propia definición. La Organización Mundial de la Salud lo relaciona con la salud mental y lo define como “un estado en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.
Lograrlo no es fácil. No se consigue sólo con hacer ejercicio todos los días, cuidar la salud, contar con una vivienda, haber hecho varios cursos de idiomas o tener la posibilidad de viajar constantemente, sino al encontrar el balance entre todo lo anterior. Sin embargo, en una sociedad que exige un ritmo de vida tan acelerado no es común que las personas se detengan a pensar en su propio bienestar, aun cuando los beneficios de hacerlo son múltiples, pero alcanzar el bienestar integral es un propósito del individuo y que cada uno puede decidir cómo empezar a hacerlo para lograrlo.
Como en todos los ámbitos de la sociedad, los buenos resultados dependen de un trabajo en equipo, de construir una red de apoyo y de producir con otros en el bienestar común y personal. Ninguna edad es tarde para empezar a trabajar en el deber que tenemos todos: brindarle a nuestra vida un bienestar integral.