
Convivir potenciando las diferencias es una apuesta a la que nos avoca Roberto esposito como lo plantea en su libro Comunitas: “Imponemos así un giro de ciento ochenta grados a la sinonimia común-propio, inconscientemente presupuesta por las filosofías comunitarias, y restablecemos la oposición fundamental: no es lo propio, sino lo impropio -o, más drásticamente, lo otro- lo que caracteriza a lo común”.
Puede pensarse en la ya conocida frase de Plauto que popularizó Hobbes cuando trataba de explicar la situación de una humanidad precontractual: “Lupus est homo homini. Non homo, quom qualis sit non novit”. “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.
Se trata de proponer cuestionamientos a los que en nombre de la comunidad siempre están priorizando lo propio, esto con el fin de lograr una propuesta política que no excluya, que no envíe a la periferia a quienes no caben en estas ideas de sociedad.
Resulta entonces una pregunta: ¿Cuál puede ser el origen de una comunidad?