
Siempre soñé con tener un hijo varón, creo que a todos los hombres nos pasa, en mi caso, lo veía como la continuación de mí, la perpetuación del apellido, el encargado de cuidar a sus hermanas y de delegar las riendas de la familia y las empresas, cuando toque la retirada. Mi sueño se había hecho realidad, habia nacido mi hijo y aunque no había llegado exactamente de la manera como lo soñé, su aparición en mi vida llegó cargada de alegría, de orgullo y de un montón de obstáculos que pondrían a prueba mi capacidad de superación.
Mi Papá, mi hijo y yo, tres hijos únicos varones unidos por una relación casi de novela, con intriga y suspenso, con risas y lágrimas, por un lado mi Papá no me miraba y por el otro, mi hijo no me llamaba Papá, menos mal que decidí ser yo mismo el escritor de mi propia historia y que al final, con mucha determinación, logré coronarla con un final feliz.
Dedicada a Adrián Alberto, mi hijo, el chamo de la foto... siempre ha sido de mi tamaño.