
Hoy la Iglesia nos saca del ciclo ordinario para mirar una basílica concreta: San Juan de Letrán, la catedral del Papa, “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo.”
Podría parecer una fiesta “romana,” lejana. Pero no se trata solo de un edificio famoso, sino de lo que ese edificio significa: el lugar donde Dios es alabado como es debido, el signo visible de que Cristo quiere una casa, un pueblo, un cuerpo donde habitar.
Y la Palabra de hoy nos lleva de la mano: del templo de la visión de Ezequiel, al templo que es la Iglesia, hasta el verdadero Templo que es Cristo, de cuyo costado abierto brota la fuente de la vida.