
Hoy la Palabra de Dios nos muestra el poder transformador de la fe que sana y agradece. En Naamán —extranjero, leproso y orgulloso— la fe comienza como una semilla que apenas quiere obedecer… y termina como confesión: “Ahora sé que no hay en toda la tierra otro Dios más que el de Israel” (2 Re 5,15). En el Evangelio, diez leprosos son curados por la obediencia de la fe; pero solo uno —un samaritano— regresa a adorar y agradecer, y escucha de Jesús: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado” (Lc 17,19). Este domingo, el Señor nos enseña que la fe auténtica no se queda en pedir; regresa a agradecer.