
Todas las cosas, absolutamente todas, son una ilusión pasajera. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad,” proclama el Eclesiastés. San Jerónimo, al leer este pasaje, se siente inquieto y plantea la pregunta: “Si todo lo creado por Dios es muy bueno, ¿en qué sentido puede considerarse vanidad, y no solo vanidad, sino la vanidad de las vanidades?” Así, se sumerge en la Escritura para indagar su significado. Comenta que, así como en el Cantar de los Cantares se habla de “un cántico sobre todos los cánticos,” en el Eclesiastés la expresión “vanidad de vanidades” resalta la magnitud de esta condición efímera. Esta idea resuena también en un Salmo: “Sin embargo, todo ser viviente es pura vanidad.” Si la vida es vanidad, ¿qué será entonces la muerte? “La vanidad de las vanidades.”