
La Cruz no es solo un madero: es el signo donde se juega el destino del mundo. Un objeto de vergüenza que, en Cristo, se convierte en fuente de gloria. Hoy la liturgia nos invita a levantar los ojos: primero al desierto con Moisés, luego al Calvario con Jesús, y finalmente al altar en cada Misa. Y todo con una actitud: mirar con fe, porque una mirada de fe lo cambia todo.