
La respuesta de Jesús es clara y directa: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar y no podrán.” No responde con estadísticas. Jesús no alimenta la curiosidad, sino que nos confronta personalmente: la pregunta no es si otros se salvarán, sino si yo camino con decisión hacia la salvación.
Y luego abre el horizonte: “Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.” Con estas palabras, cita al profeta Isaías (66, 18-21), anunciando que Dios reunirá a todas las naciones en el gran banquete del Reino. Jesús revela así la voluntad del Padre: la salvación no es automática ni exclusiva. Requiere conversión, pero está abierta para todos. Es exigente, pero profundamente inclusiva.