
Dios entrega la misma semilla a todos nosotros para que podamos cosechar frutos en abundancia. Pero con el paso del tiempo descuidamos y abandonamos la tierra de nuestro terreno, dejando crecer espinos y malezas, permitiendo que Satanas nos destruya lentamente. Tenemos que limpiar y preparar la tierra para que las semillas de Dios puedan dar riquezas y prosperidad en nuestras vidas.