
Dios nos envía semillas para que sean depositadas en nuestra tierra y en nuestros corazones para que den fruto. Esas semillas representan a Cristo y el fruto representa su carácter que debemos encarnar en nuestra vida. Para que podamos parecernos más a Cristo y tener una cosecha abundante tenemos que preparar nuestra tierra con paciencia y aferrarnos a la palabra de Dios.