
Somos como una higuera cuyo propósito es dar fruto sin importar el estado o el clima. Así mismo Dios nos envió a esta tierra para que demos fruto en abundancia, sin importar nuestras circunstancias, a tiempo y a destiempo. Para esto debemos exponernos a la Palabra de Dios y arar nuestra tierra para que la semilla pueda ser sembrada, porque tiene el poder de poner raíces en nuestra vida y transformar nuestras mentes.