
Muchos soñamos en grande y con tener una vida próspera, pero no todos están dispuestos a abrazar el proceso y dejarnos moldear por Dios. Él nos llama a ser reyes para producir riquezas y recursos, pero también nos llama a ser sacerdotes para construir una relación íntima con él. Y eso sólo podemos lograrlo cuando dejamos que Dios nos forme en lo secreto, en la intimidad, en lo privado, en lo oculto y hacer las tareas que nos ha encomendado cumplir.