
Jesús es el principal intercesor en nuestra vidas y, junto con Dios, obra en nosotros para reforzar nuestra fe. Pero, a cambio, necesitamos sujetarnos a su Palabra, llevar una vida de oración, resolver los conflictos en nuestras relaciones interpersonales y perdonar a aquellos que nos han herido, para que podamos dar fruto en abundancia.