
Lo peor ha pasado ya y, a pesar de la enorme tristeza que nos invade, nos descubrimos aún más fuertes en la esperanza de que Cristo volverá lleno de gloria.
María, Madre del silencio y del dolor, queremos que aceptes solamente que podamos estar contigo en silencio y esperar contigo el glorioso retorno de tu amado hijo Jesús, Nuestro Salvador.