Dios está entrañablemente enamorado de nosotros.
La buena relación con los demás es una fuente de paz y felicidad
El Evangelio se vive de manera total o no se vive.
La vida de cada uno se juega en el seguimiento del Señor.
La felicidad está en aprender a amar a los demás como Dios nos ama. No es fácil pero con la Gracia del Señor es posible.
No somos los seguidores de un libro, somos los seguidores de una persona, de una Palabra viva
El modelo de la vida en comunidad es Cristo que se abaja. (Una pareja, una familia, una comunidad parroquial) teniendo un misma búsqueda y los mismos sentimientos de Cristo.
Nuestro Señor nos regaló a su mejor discipula, nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Ella nos enseña a ser felices según la voluntad de Dios.
Señor ordéname en conformidad a tu voluntad y ayúdame a centrar mi corazón en lo esencial
El Señor nos invita a tener confianza en Él para poder hacer su obra sanadora y salvador en nuestra familia y nuestra vida.
Transformarse y trascender en el nombre del Señor es llegar a la plenitud del ser humano.
¿Crees que Dios te quiere bendecir? El Señor no te bendice porque eres bueno o buena, sino porque Él es el bueno.
El Espíritu Santo transforma el caos en orden. Si hay trabajo y orden, no hay pobreza. Sólo se aprende a ser buen administrador en la escasez. De ese orden hay una nueva creación, se abren las puertas de la prosperidad. Hay que prepararnos para las bendiciones de Dios ordenando nuestra vida.
Nos hacemos cristianos no por una ley o una gran idea, unos ritos, sino por el encuentro con una persona que nos da sentido de vida. Seguir la vida de Jesús nos da la libertad y paz real y, en consecuencia, la felicidad.
Nos jugamos nuestra vida en un modelo que consciente o inconscientemente seguimos. Por esta razón es vital poner nuestra vida en el seguimiento de Jesucristo.
El perdón trae sanación espiritual y física. No se puede pedir salud al Señor si anidamos resentimientos.
No duerme ni reposa el guardián de Israel.
La Eucaristía es el recuerdo vital de quiénes somos, para que de esta manera vivir coherentemente nuestro presente y vivir con esperanza el futuro.
Nunca seremos tentados por encima de nuestras fuerzas.
La impaciencia puede perjudicar los proyectos de Dios no solo en tu vida sino en los demás.